jueves, 4 de abril de 2013

Santiago Vizcaíno - AGUA SALVAJE



MUESTRA POÉTICA 
de algunos títulos que aparecerán en la tercera edición del SumpaVive2013, bajo el sello MARIMACHAS CARTONERAS, en la colección REINAS&DIVINAS:


1.- Santiago Vizcaíno - AGUA SALVAJE:

Quito, 1982.- Licenciado en Comunicación y Literatura por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Su primer libro de poesía, Devastación en la tarde, recibió el Premio Nacional de Literatura en 2008 por parte del Ministerio de Cultura. Asimismo su libro de ensayo Decir el silencio, en torno a la poesía de Alejandra Pizarnik, que obtuvo el segundo lugar en esa categoría. Recibió el Segundo Premio Pichincha de Poesía 2010 por su libro En la penumbra y una mención particular en la XXVI Edición del Premio Mundial Nósside de poesía. En 2012 publicó su primer libro de cuentos, Matar a mamá (Buenos Aires, La Caída).

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EL AGUJERO QUE ABRE LA TINIEBLA

Y esta carta, que es el comienzo de la despedida,
de una despedida que quiere ser antes que nada
civilizadamente amable…
Roque Dalton


Ya no volveré a verte, madre, con la satisfacción del niño mordiendo tus pezones. Ya no volveré a mirar tu espalda que huye doblegada por el miedo. Esperaré a que encuentres el motivo de esta despedida entre los vagos derroteros de aquel hombre. Te convido, madre, a enterrar conmigo la memoria de los días infantiles. Así, con el velo que descubre el monumento de nuestro dolor, cubriremos aquello que se agita y nos impide una pizca de deleite. Estamos cansados, madre, eso lo sabemos desde que nací, desde ese viejo grito en la madrugada, cuando mi cabeza ensangrentada aspiraba por primera vez el terror de la vergüenza. Esto que compartimos tú y yo, madre, y nadie alcanzará siquiera a percibir, permanecerá oculto entre las negras hierbas de la indiferencia.

Ya no volveré a verte llorar, madre, porque mi cuerpo quedará intacto con el rictus de la complacencia que provoca el adiós a la rutina. Te encontrarás tranquila, madre, lejos del tormento de tu hijo malherido que vagaba con la estela de su vicio. Dormirás, acaso, apenas agitada por el recuerdo de mi última risa. Llegarás a común acuerdo con la vida, porque ella, después de todo, bien merece tu presencia.

Recuerda, además, lo que solías decir: que el tiempo nos escupirá de sus fauces cuando no tengamos nada de qué charlar. Por todo ello te invito, madre, a este rito de satisfacción plena y de renuncia; a este galope hacia el encuentro con el polvo. Ya no me esperes más, madre, en medio de la noche frente a la ventana, porque nadie ha de llegar, tan sólo el rumor de este ser que ha despreciado tu bondad. Que no se diga jamás que he sido un hijo de mala
madre. Soy apenas un producto de ese antiguo dolor que compartimos, cuando yo era un niño y tú una belleza incólume.

Ya no volveré, madre. Aquel último encuentro que tuvimos, ¿lo recuerdas?, se multiplicará en tu mente como el golpe que da el taco a una bola de billar. Cuando la última bola haya caído en el hoyo destinado, el sonido será tan fino que vibrará tu corazón como una cuerda. Yo he comprendido que la vida es eso: una cuerda que se estira demasiado, y vaya que yo lo he hecho. Sin embargo, son solo eufemismos, solo eufemismos…

No me importa mi imagen calcinada, madre. Tú sabrás encontrar el lugar donde ha de reposar ese silencio. Como siempre, he querido saberlo todo, experimentarlo todo, llevar el cuerpo hasta el límite. ¿Y cuando ya no se encuentran límites, madre? ¿Cuándo ya nada de lo humano me sobrecoge ni en sus formas más abyectas? ¿No es justo tomar una decisión frente a ese gran vacío de la abulia? Espero entiendas, madre, este acto de fe, esta apuesta por la melancolía.

Ya no vendrá el amanecer a salvarnos. Ya no podremos retornar a casa, abrazados, mientras la noche se llevaba el ventisquero de la angustia a otro monte.

Tu hijo al que todavía esperas, desde una próxima ausencia.



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