Guayaquil,
Ecuador, 1977. Trabaja en su trilogía: « ø », formada
por los volúmenes: «LA MUERTE DE CAÍN», cuarteto compuesto por los poemarios: El
Libro de la Desobediencia, Carni vale, Labor del Extraviado y
La Bestia Vencida (Casa de la Cultura Ecuatoriana, 2007); «LOS DUELOS DE
UNA CABEZA SIN MUNDO», quinteto formado por: Fundación de la niebla, Demonia
Factory, Monsieur Monstruo, Los diarios sumergidos de Calibán y Viaje de
Gorilas (Tribal, Perú – Fondo de Animal, Ecuador, 2012); «18 SCORPII:
ABIOGÉNESIS» inédito. Además han
aparecido la plaquette Los diarios sumergidos de Calibán (Libro I),
(Conaculta, México D.F., 2009), Bóveda 66 (Matapalo cartonera, Riobamba,
2010/ Mantis Editores, Guadalajara, 2011), Ghetto Americano (Catafixia
editores, Guatemala, 2010) y Cyborg Democracia (Dadaif- cartonera,
Guayaquil, 2011). Preparó también el libro Identidades a Plazo [Recopilación
de textos de pacientes del Hospital Psiquiátrico Lorenzo Ponce] (CCE,
2008). Ha merecido los siguientes reconocimientos: Premio Nacional de Poesía
César Dávila Andrade, 2002. Premio Latinoamericano de Poesía Ciudad de
Medellín, otorgado por el Festival Internacional de Poesía de Medellín, 2007.
Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade, 2008. Finalista del II Certamen
de Poesía Hispanoamericana Festival de la Lira, 2009. Becario del Programa para
Creadores de Iberoamérica y Haití en México (FONCA y AECID, 2009) y La Mención
Especial del III Certamen de Poesía Hispanoamericana Festival de la Lira, 2011. Actualmente
es editor de la Revista de Cutura y Poesía Casa de las Iguanas y del sello
Fondo de Animal Editores.
-o-
LA RUTA DE LA CONFIANZA
Ahora sé que a mi hijo le costará tener mi
edad entender este libro. Quiero confiar en nosotros pero el Hada de la
Paranoia hunde su pelo en la boca de mi poema deforme, agita sus alas de
alambre y bebe esta leche galáctica: todo el día en blanco.
Este horizonte lleno de piedras dice:
Somos
un horizonte lleno de piedras ÚA-THONK y pasarás muy rápido. Somos un horizonte
lleno de piedras ÚA-THONK y pasarás muy rápido y el tiempo no te alcanzará para
entenderlo todo.
¿No
te parece suficiente suerte poder urdir tu futuro? Toma esta garúa de hormigas
cubre toda tu casa y desaparece. Somos un horizonte fuerte lleno de piedras y
tú solamente vienes y nos aburres.
Tu jeta es una carnívora enredadera; y
dormimos ahora sobre honradísimas camas en lugares de ramas calientes de
árboles grotescos y las sábanas son nuestras hojas de polvo rasguñado como
hielo de palma. Nos balanceamos despacio por días mientras el cuarto se torna
un ovario alumbrado por cálculos imbéciles. El cuarto es un ovario alumbrado
por imperiales batallas. Luego afuera el mar se cubre de nubes como un hospital
nevando sus canarios. Y los árboles ya no existen y aunque tiemblan los
tobillos todos se duermen.
Este es tu hijo, el que se acerca con un
bigote de sangre, al que llamarás Ezequiel, y demanda de tu gramática
desaparecida. Digo: deshabitar detrás de la pantalla. Digo: cerrar el libro
mercantilizando tu cabellera de muchacho estrellándose contra la pobreza de
africanos perros.
Eres el hilo de la Forma, la soledad de la
Madre y el golpe de la Luciérnaga afilada hacia la muerte. Ahora quieres
enumerar a la felicidad, como cuando eras niño, en carros de la misma marca
pero de colores diferentes. Hacer un pacto con las moscas. Ensayar la
interrogación allí donde hubo simulación, rabia y espectáculo. Doblar el Pasmo.
Tatuar el crudo hábito global de afinar los espejos. Coser los bordes del
cráneo con las espinas mortales de una rosa hecha una zurda de adivinaciones. Dejar
una verdadera huella, con una hilera de dientes, sobre un lápiz soplado por la
lluvia.
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SUS CABEZAS YACEN VENDADAS SOBRE ESTAS
PLAYAS
1.
te he llamado
tantas veces –cabeza- trepando por los ríos para saber de mí. Cabeza doblada
como un plano detrás de las palabras. Respirando sin voz. Logrando un golpe.
Cabeza temblando sobre valles y entre ramas ocultas de alhelíes. Rodando hacia
la niebla en cripta. Bolsa de boxeo. Cabeza detrás de mi mirada como una cabra.
Huyendo para saber de ti. Durmiendo para saber de ti. Buscando sobre las
estrellas tu mano flotando como un caucho de pronto enrojecido. El caucho que
nos vuelve óxido e invernadero. En fin: cabeza que no duerme en su cabeza para
sentirse viva.
2.
tantas veces
-cabeza- te encontré buscando en las estrellas tus dominios. En los cajones de
arena. En las semanas que se estrechan sobre los caballos. Pero aún tú y yo no
conocemos nada de este mundo: esa pata vegetal que desespera en ríos más largos
que nuestro cuerpo. Ni nosotros nos conocemos. Compañeros de túnel. No hemos
oído el propio llanto, visto el propio llanto, o llorado como los mastodontes
que vuelven sobre otras tierras y tocan
con sus hocicos los marfiles muertos. Debajo de mi edad sólo hay metal
en llamas desplomando una selva virgen. Encima, por supuesto, un cielo cromado
donde te arrojo –cabeza- para saber de mí. Para encontrarme un nombre.
3.
¿es un cabello un
río?, ¿un río es un rasgo interminable como un hombre?, ¿un hombre es acaso
este aire que se agita levemente en tu hueco como en una quena?
¿somos un hombre
-cabeza?
¿qué es un hombre?
4.
ya no recuerdo el
día en que empezamos a volvernos este pellejo. Lo que quiere decir un jardín.
Lo que quiere decir desmesura, echándose a dormir, desconsoladamente. Una
estación, dos estaciones, tres estaciones, cuatro estaciones te he apretado
–cabeza- para saber de mí. He tratado de
exprimir toda esa suma de luz: imágenes y ruidos que logran empujarse hasta mis
pesadillas. Más tú no quieres que te hable. ¿Qué es lo que te detiene? ¿Lo que
me deja aquí esperando con tu rostro sumergido en mis propias manos? ¿Aprendes
acaso a leer nuestros errores? ¿A leer a los muertos? ¿Aprendes acaso algo?
¿Qué aprendes? Y si es así, ¿por qué no lo compartes -cabeza?
yo aún no soy nadie
detrás de cada flota de preguntas por las que viajo al vacío.
un río oscuro que
va dejando un sopor de aves quemadas bajo sus moliendas.
5.
y tú no quieres
oírme y yo no quiero escucharte respirando. Pero esta es nuestra tierra:
Calandria en coma. Avanzamos a tientas sin comprender lo que hacemos. Arden
nuestros pasos. Caen nuestros ojos como cometas deshilachadas entre caña
brillante. Dame un poema negro. Nadie nos toma la mano. Los perros se retratan
por sus orificios geométricos. Se forjan en la gula. Mira cómo se dirigen hacia
la corriente. Nosotros no. Nadie toma esta mano. Dame un poema negro. No quiero
levantarme, día tras día, pensando por nosotros. Dame un poema negro. He visto
sobre una pantalla una mujer de cabellos tostados como pelaje de zorro. Ella ha
de ser mi amor. Quien detenga algún día está forma de buscarme en ti. De
hablarnos tanto. Decoloración de la piedra. Ella vive en un tiempo distinto:
laguna donde la perdiz cruje despacio. Calandria en coma. Dame un poema negro.
Dame un poema negro y no midas el paso.
6.
odio despertar
junto a ti y odio tus sueños –cabeza.
soy solo feliz
cuando has bebido tanto y tanto que no recuerdas mi nombre: un ataúd, que
cargas en silencio, lleno de fantasmas.
7.
¿quién velará por
nosotros cabeza empujada al mar para sentirse pedazo de este universo? ¿Quién
dirá qué no fuimos, o lo que fuiste tú y jamás comprendí? Esqueletos de
pequeños peces liman nuestras uñas sobre la arena entera. Aquí no habrá
silencio (al menos entre nosotros nunca). Tamiz natal. No quieres
soltar este excesivo equipaje de culpas que soy yo. Cuando la luz levanta sus
redes con las manos del viento, y el pescador no existe, pero seguimos. Como tu
bufido que se borra cuando lo pienso. Como mi voz que se borra cuando tú bufas.
Dialecto marsupial. Te acuesto sobre la arena -cabeza mojada en aceites
erizados-. Te aplasto sobre la arena sin saber qué soy.
8.
la nube que pasa
debe ser una enfermedad porque dura una mañana completa. Me abrazo a mí mismo
por largas horas. En las axilas hay un espacio para morir. En mi pecho no
habita ningún mono, ningún alacrán. En mi pecho: un pilo de hojas secas, un
hambre, un callejón chueco-oscuro, una floresta de mármol de una pecerita
abandonada. Llegamos al día -cabeza que simulas tu entusiasmo- en que los
insectos luminosos se tornan nuestros mejores letreros. Disfrútalo. Tu bufido
debe durar toda una vida. Nuestro talento ha sido soltar la orina sobre
cualquier cordillera. Cruzar los dedos. Yo me quiero largar. Yo no comprendo
nada de lo que dices, de lo que haces. Mas no me asegura tu muerte mi piel
sellada. Yo me quiero largar. Dejar de correr un día contra mí mismo.
9.
tengo miedo en las
noches, en las mañanas y me aferro al poema. Pero el poema no existe -como yo-.
Pienso entonces en el rostro, confitado de cadáver, de la mujer que miré sobre
una pantalla. Ella se desnuda y desaparece, provechosamente. Nuestra armonía
reposa en la distancia que acumulemos como retratos. Torno a mi cabeza. A su
crimen futuro encerrado en las fórmulas del piano. Un árbol busca otro árbol y
corren a incrustarse, por última vez, en mis palmas abiertas. Ya nada brota de
ellas, o casi nada. Un espejismo sonámbulo: el poema. Un arañazo en la piedra.
Otra muerte incompleta: el poema. Se abre la posibilidad de cerrar mis palmas.
Ya no pregunto nada. Ya no me interesa -cabeza- me cuentes a dónde vamos, ni
por qué estamos aquí, ni lo que haremos con esta boca llena de grillos. Te
sigo. Acepto el deterioro. Permito entonces tu entrada en esta escena:
10.
(voy a trazar un círculo sobre mi cuerpo
para encontrar mi cuerpo Voy a trazar un círculo sobre mi cuerpo para ubicar el
territorio desde el que escribo (a medias) Voy a trazar un círculo sobre mi
cuerpo para saber adónde dirigirme Voy a trazar un círculo sobre mi cuerpo para
acordarme de todo lo que una vez amé Voy a trazar un círculo sobre mi cuerpo
para alumbrar mi nombre Voy a trazar un círculo sobre mi cuerpo para palpar las
montañas donde olvidé a mis dioses Voy a trazar un círculo sobre mi cuerpo para
escarbar el sitio donde elevé mi casa Voy a trazar un círculo sobre mi cuerpo
para saber de qué color es la tristeza) [1]
11.
en los nidos flota
el crimen completo. Hago sombra ahora donde me da la gana. Juego con este peso
de la muerte, si es que existe. Maciza soledad la de entregar unas palabras
lisiadas para el placer de otros. Ya no enmaraña esta cabeza; la dejo más bien
correr hacia una edad diferente donde, paraje tras paraje, su destino sea el
repaso verdadero. Soplo sobre mis manos. Trepo una cuesta que brilla. Todo lo
que parece reflejo creemos nuestro. ¿Es esta la vanidad o es esta la única
forma de sentirnos vivos? Avanzo. Muevo el triángulo del talón. Agito la tela
del cielo. Las flores parecen llamas que hunden sus narices contra los tallos.
En sus raíces también anida el crimen completo. Lo sé muy bien. Pero no me
detiene nada. Mi cabeza está en su puesto haciendo sombra. Girando suavemente
como en una estaca. Llego hasta un arroyo a mirarme por primera vez:
12.
soy lo que queda escrito
sobre papel mojado no des la vuelta
[1]
bajo los jeroglíficos que pinta un indio sobre los cuerpos vuelve la jungla:
nadie soy yo/ nadie soy yo/ Nadie/
(esta escritura deforme no
puede ser el mundo)
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